La degradación que el Nuevo Orden
empuja a la humanidad no tiene limites
Poseer
animales domésticos y tratarlos bien es una costumbre inmemorial, sobre todo
tratándose de perros. Es claro que no se debe someterlos a sufrimientos sin
razón proporcionada. Nadie es contrario a eso.
Sin embargo,
una moda inducida e irracional ha llevado a mucha gente a colocar a los
animales en un nivel superior al de los humanos, lo que es desbordar el sentido
común, pudiendo llegar a ser pecaminoso, pues contraría la jerarquía
establecida por Dios en la Creación.
La Sagrada
Escritura es muy clara al respecto. Dios dijo al primer matrimonio: ” Llenad la
tierra y sometedla. Dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y
sobre los animales que se arrastran sobre la tierra”. (Gen. 1,28).
Además, el
Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por Juan Pablo II, determina: ”
Dios confió los animales al gobierno de aquel que fue criado a Su imagen (el
hombre). Es, por lo tanto, legítimo que nos sirvamos de los animales para la
alimentación y para la confección del vestuario. Podemos domesticarlos para que
sirvan al hombre en sus trabajos y descanso. Los experimentaciones médicas y
científicas con animales son prácticas moralmente admisibles, si no traspasan
los límites de lo razonable y contribuyan para curar o ahorrar vidas humanas”
(2417).
* * *
Sin embargo,
el infausto proyecto de Código Penal, que está siendo analizado en el
Senado brasileño, llega a imponer penas mayores al abandono de un animal que al
abandono de un niño. ¿Locura? ¿Desvarío? Mucho más. Es parte del proceso de
rebajamiento de la naturaleza humana, actualmente en curso.
(…) La
Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados aprobó
recientemente un proyecto que establece castigos increíbles para los hombres en
el trato con perros y gatos. Las penas son severas.
Así, quien
mate un perro o un gato va a la prisión por el plazo de cinco a ocho años. Y el
régimen de reclusión es el más estricto, reservado para crímenes graves, en los
que el criminal no tiene posibilidad de un ablandamiento en un futuro próximo.
¡Es inimaginable que alguien tenga que purgar ocho años tras las rejas porque
mató a un gato! Pero hay más.
Si la
persona mató al perro para evitar el contagio de alguna enfermedad transmisible
a los humanos, necesita probar de modo “irrefutable” que no existía un
tratamiento posible para el animal. Sino consigue probar esto, su pena aumenta
entre 6 y 10 años. El mismo aumento de pena se aplica si el can o el felino
fuere muerto con veneno o algún medio cruel.
Pero no es
sólo matarlos. También si deja de prestar asistencia o socorro al perro o al
gato que correr peligro grave en las vías públicas, así como en las propiedades
privadas, corresponderá una pena de 2 a 4 años de detención.
Tampoco se
podrá dejar al animal amarrado con una cuerda o cadena para que no huya de la
casa ni ataque a nadie: prisión de 1 a 3 años.
En necesario
aún proporcionar una alimentación adecuada al animal, puesto que exponer la
salud del perro o del gato equivale a una prisión de dos a cuatro años.
Si el agente
es propietario o responsable por el animal, todas esas penas serán duplicadas:
¡16 años de prisión porque mató a un gato!
* * *
Esa
equiparación, o aún preferencia del animal en relación al hombre constituye un
rebajamiento irracional de inconcebible de la naturaleza humana, ya que Dios
creó al hombre a su imagen y semejanza. Rebajarlo de esa forma es profanar la
imagen de Dios, es ofender al Creador. ¿A quién le gustaría que la imagen de su
propio padre fuera rebajada a nivel de un perro? ¡Esta ofensa al Creador es una
de las razones de las lágrimas de la Santísima Virgen!
Gregorio
Vivanco Lopes é colaborador da Agência Boa Imprensa (ABIM)
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