¡ Viva Cristo Rey !

Tuyo es el Reino, Tuyo el Poder y la Gloria, por siempre Señor.
Cristo, Señor del Cielo y de la TIERRA, Rey de gobiernos y naciones

8 oct 2015

Todo atentado contra la familia es un atentado contra la humanidad



Dios puso en el corazón del hombre y de la mujer, como instinto innato, el amor conyugal, el amor paterno y materno, el amor filial


En estos tiempos en que se habla tanto de derechos humanos y de crímenes contra la humanidad, la enseñanza de Pío XII nos muestra que atentar contra la familia es atentar contra la humanidad.


¿Cuántas leyes que atentan gravísimamente contra la familia están en discusión precisamente en este momento en el mundo occidental? Basta señalar los proyectos de legalización del aborto y de la violación de la patria potestad en lo que se refiere a la enseñanza.


Llama la atención que los que se dicen defensores de los derechos humanos están tomados por una especie de fiebre de demolición de esta institución fundamental y primera de la sociedad.

Leamos lo que dice el Pontífice.


“Precisamente porque (la familia) es el elemento orgánico de la sociedad, todo atentado perpetrado contra ella es un atentado contra la humanidad. Dios puso en el corazón del hombre y de la mujer, como instinto innato, el amor conyugal, el amor paterno y materno, el amor filial.


Por consiguiente, querer arrancar y paralizar este triple amor es una profanación que por sí misma horroriza y lleva a la ruina la patria y la humanidad”.

(Pío XII, Alocución Aurions‒nous pu, 20/09/1949).



Nota: los Derechos Humanos son un instrumento poderosísimo del Nuevo Orden y su objetivo de destruir la civilización cristiana (Dios, Familia, Patria), mal se puede esperar que velen por la Familia.

27 sept 2015

SI EL HOMBRE SE ALEJA DE DIOS



Cuando los hombres se alejan de Dios, se corrompen las costumbres y decae la propia civilización


Hijo Pródigo


El Papa León XIII enseña que la ruptura del vínculo del hombre con Dios lleva a la disolución de la sociedad y a la intervención abusiva del Estado en la familia. Una reflexión oportuna al cumplirse 10 años de la desastrosa ley de divorcio.

La Humanidad se encuentra hoy en una situación análoga a la del hijo pródigo de la divina parábola.
“Cuando se rompe el vínculo que une al hombre con Dios, legislador absoluto y universal, no resta sino la miseria moral puramente civil, es decir, independiente, que, prescindiendo de la razón eterna y de los preceptos divinos, lleva inevitablemente por su propia tendencia, a la última y fatal consecuencia de constituirse el hombre como ley para sí mismo. Se torna, entonces, incapaz de elevarse con las alas de la esperanza cristiana a los bienes supremos, buscando sólo un alimento terreno en la suma de gozos y bienes de esta vida, aumentando la sed de placeres, la codicia de la riqueza, la avidez de rápidos y excesivos beneficios, sin respeto por la justicia; inflamando la ambición de satisfacerlas, incluso legítimamente; generando, por fin, además del desprecio de la ley y de la autoridad pública, una licencia general de las costumbres, lo que acarrea la verdadera decadencia de la civilización. (…)

“De ahí proceden todos los graves perjuicios que ha sufrido en todas las partes el cuerpo social, comenzando por la familia. Porque el Estado laico, sin guardar los límites ni la finalidad esencial de su poder, extiende la mano para romper el vínculo matrimonial, lo despoja de su carácter sagrado, invade, cuanto sea posible, los derechos naturales de los padres en la educación de la prole, y subvierte también la estabilidad del matrimonio, sancionando con la ley la desastrosa licencia del divorcio.”

(Papa León XIII, Parvenu à la Vingt-Cinquième Année, del 19  de Marzo de 1902, n. 37, Voces, Petrópolis, 1952, 2ª. ed., pp. 10-11).


23 ago 2015

Causas de la crisis contemporánea



Revolución y Contra-Revolución


A. Decadencia de la Edad Media
Ya esbozamos en la Introducción del libro “Revolución y Contra-Revolución” los grandes trazos del proceso de decadencia de la Cristiandad. Es oportuno añadir aquí algunos pormenores.


El apetito de los placeres terrenos se va transformando en ansia. Las diversiones se van volviendo más frecuentes y más suntuosas.
En el siglo XIV comienza a observarse, en la Europa cristiana, una transformación de mentalidad que a lo largo del siglo XV crece cada vez más en nitidez. El apetito de los placeres terrenos se va transformando en ansia. Las diversiones se van volviendo más frecuentes y más suntuosas. Los hombres se preocupan cada vez más con ellas. En los trajes, en las maneras, en el lenguaje, en la literatura y en el arte el anhelo creciente por una vida llena de deleites de la fantasía y de los sentidos, va produciendo progresivas manifestaciones de sensualidad y molicie. Hay un paulatino perecimiento de la seriedad y de la austeridad de los antiguos tiempos.

Todo tiende a lo risueño, a lo gracioso, a lo festivo. Los corazones se desprenden gradualmente del amor al sacrificio, de la verdadera devoción a la Cruz, y de las aspiraciones de santidad y vida eterna.
Todo tiende a lo risueño, a lo gracioso, a lo festivo. Los corazones se desprenden gradualmente del amor al sacrificio, de la verdadera devoción a la Cruz, y de las aspiraciones de santidad y vida eterna. La Caballería, otrora una de las más altas expresiones de la austeridad cristiana, se vuelve amorosa y sentimental, la literatura de amor invade todos los países, los excesos del lujo y la consecuente avidez de lucros se extienden por todas las clases sociales.
Tal clima moral, al penetrar en las esferas intelectuales, produjo claras manifestaciones de orgullo, como el gusto por las disputas aparatosas y vacías, por las argucias inconsistentes, por las exhibiciones fatuas de erudición, y lisonjeó viejas tendencias filosóficas, de las cuales triunfara la Escolástica, y que ahora, ya relajado el antiguo celo por la integridad de la Fe, renacían con nuevos aspectos. El absolutismo de los legistas, que se engalanaban con un conocimiento vanidoso del Derecho Romano, encontró en Príncipes ambiciosos un eco favorable. Y pari passu se fue extinguiendo en grandes y pequeños la fibra de otrora para contener al poder real en los legítimos límites vigentes en los días de San Luis de Francia y de San Fernando de Castilla.

B. Pseudo-Reforma y Renacimiento


El tipo humano, inspirado en los moralistas paganos, que aquellos movimientos introdujeron como ideal en Europa, así como la cultura y la civilización coherentes con este tipo humano, ya eran los legítimos precursores del hombre ávido de ganancias, sensual, laico y pragmático de nuestros días
Este nuevo estado de alma contenía un deseo poderoso, aunque más o menos inconfesado, de un orden de cosas fundamentalmente diverso del que había llegado a su apogeo en los siglos XII y XIII.
La admiración exagerada, y no pocas veces delirante, por el mundo antiguo, sirvió como medio de expresión a ese deseo. Procurando muchas veces no chocar de frente con la vieja tradición medieval, el Humanismo y el Renacimiento tendieron a relegar la Iglesia, lo sobrenatural, los valores morales de la Religión, a un segundo plano. El tipo humano, inspirado en los moralistas paganos, que aquellos movimientos introdujeron como ideal en Europa, así como la cultura y la civilización coherentes con este tipo humano, ya eran los legítimos precursores del hombre ávido de ganancias, sensual, laico y pragmático de nuestros días, de la cultura y de la civilización materialistas en que cada vez más nos vamos hundiendo. Los esfuerzos por un Renacimiento cristiano no lograron aplastar en su germen los factores de los cuales resultó el triunfo paulatino del neopaganismo.
En algunas partes de Europa, este neopaganismo se desarrolló sin llevarlas a la apostasía formal. Importantes resistencias se le opusieron. E incluso cuando se instalaba en las almas, no osaba pedirles -al principio por lo menos- una ruptura formal con la Fe.


El orgullo dio origen al espíritu de duda, al libre examen, a la interpretación naturalista de la Escritura. Produjo la insurrección contra la autoridad eclesiástica
Pero en otros países embistió abiertamente contra la Iglesia. El orgullo y la sensualidad, en cuya satisfacción está el placer de la vida pagana, suscitaron el protestantismo.
El orgullo dio origen al espíritu de duda, al libre examen, a la interpretación naturalista de la Escritura. Produjo la insurrección contra la autoridad eclesiástica, expresada en todas las sectas por la negación del carácter monárquico de la Iglesia Universal, es decir, por la rebelión contra el Papado. Algunas, más radicales, negaron también lo que se podría llamar la alta aristocracia de la Iglesia, o sea, los Obispos, sus Príncipes. Otras negaron incluso el propio sacerdocio jerárquico, reduciéndolo a una mera delegación del pueblo, único detentor verdadero del poder sacerdotal.
En el plano moral, el triunfo de la sensualidad en el protestantismo se afirmó por la supresión del celibato eclesiástico y por la introducción del divorcio.

C. Revolución Francesa


La obra política de la Revolución Francesa no fue sino la transposición, al ámbito del Estado, de la “reforma” que las sectas protestantes más radicales adoptaron en materia de organización eclesiástica
La acción profunda del Humanismo y del Renacimiento entre los católicos no cesó de dilatarse en una creciente cadena de consecuencias en toda Francia. Favorecida por el debilitamiento de la piedad de los fieles -ocasionado por el jansenismo y por los otros fermentos que el protestantismo del siglo XVI desgraciadamente había dejado en el Reino Cristianísimo- tal acción tuvo por efecto en el siglo XVIII una disolución casi general de las costumbres, un modo frívolo y brillante de considerar las cosas, un endiosamiento de la vida terrena, que preparó el campo para la victoria gradual de la irreligión. Dudas en relación a la Iglesia, negación de la divinidad de Cristo, deísmo, ateísmo incipiente fueron las etapas de esa apostasía.
Profundamente afín con el protestantismo, heredera de él y del neopaganismo renacentista, la Revolución Francesa realizó una obra del todo y en todo simétrica a la de la Pseudo-Reforma. La Iglesia Constitucional que ella, antes de naufragar en el deísmo y en el ateísmo, intentó fundar, era una adaptación de la Iglesia de Francia al espíritu del protestantismo. Y la obra política de la Revolución Francesa no fue sino la transposición, al ámbito del Estado, de la “reforma” que las sectas protestantes más radicales adoptaron en materia de organización eclesiástica:
– rebelión contra el Rey, simétrica a la rebelión contra el Papa;
– rebelión de la plebe contra los nobles, simétrica a la rebelión de la “plebe” eclesiástica, es decir, de los fieles, contra la aristocracia de la Iglesia, es decir, el Clero;
– afirmación de la soberanía popular, simétrica al gobierno de ciertas sectas, en mayor o menor medida, por los fieles.

D. Comunismo


La Revolución de la Sorbonne en 1968 difundió por todo el mundo un espíritu anárquico y libertario
En el protestantismo nacieron algunas sectas que, transponiendo directamente sus tendencias religiosas al campo político, prepararon el advenimiento del espíritu republicano. San Francisco de Sales, en el siglo XVII, previno contra estas tendencias republicanas al Duque de Saboya (cfr. Sainte-Beuve, “Études des lundis” – XVII ème siècle – Saint François de Sales”, Librairie Garnier, París, 1928, p. 364). Otras, yendo más lejos, adoptaron principios que, si no pueden ser llamados comunistas en todo el sentido actual del término, son por lo menos pre-comunistas.
De la Revolución Francesa nació el movimiento comunista de Babeuf. Y más tarde, del espíritu cada vez más vivaz de la Revolución, irrumpieron las escuelas del comunismo utópico del siglo XIX y el comunismo llamado científico de Marx.
¿Y qué hay de más lógico? El deísmo tiene como fruto normal el ateísmo. La sensualidad, sublevada contra los frágiles obstáculos del divorcio, tiende por sí misma al amor libre. El orgullo, enemigo de toda superioridad, habría de embestir contra la última desigualdad, es decir, la de fortunas. Y así, ebrio de sueños de República Universal, de supresión de toda autoridad eclesiástica o civil, de abolición de toda Iglesia y, después de una dictadura obrera de transición, también del propio Estado, ahí está el neo-bárbaro del siglo XX, producto más reciente y más extremado del proceso revolucionario.