¡ Viva Cristo Rey !

Tuyo es el Reino, Tuyo el Poder y la Gloria, por siempre Señor.
Cristo, Señor del Cielo y de la TIERRA, Rey de gobiernos y naciones

26 may 2013

APOSTASÍA CONTRA LA IGLESIA, CONTRA CRISTO, Y CONTRA DIOS



APOSTASÍA CONTRA LA IGLESIA 1517, 
APOSTASÍA  CONTRA CRISTO 1717, 
Y APOSTASÍA CONTRA DIOS 1917 


Desde hace medio milenio los combates librados por el mundo contra la verdad de la Iglesia Católica han conducido a errores cada vez más profundos y peligrosos, desencadenando hasta revoluciones. Es muy interesante notar que los procesos históricos más fundamentales de la era moderna se dieron en tres fechas semejantes: en los años 1517 (protestantismo), 1717 (masonería) y 1917 (comunismo), en los que se manifiesta, en Occidente, un avance verdaderamente sistemático de la apostasía de la Verdad de Dios, que irradia desde allí a todo el mundo. 

Jesucristo dice a sus Apóstoles: “Como me envió mi Padre, así os envío Yo”. En esta palabra de Cristo tenemos tres niveles: el Padre – Cristo – los Apóstoles (la iglesia). El Padre envía a Cristo. Cristo envía a los Apóstoles. Cristo dice: “Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha; y quien a vosotros rechaza, a Mí me rechaza, ahora bien, quien me rechaza a Mí, rechaza a aquel que me envió” (Lc. 10,16)1. Y justamente en estos tres pasos, tuvo lugar la apostasía de la Verdad durante los últimos siglos: apostasía contra la Iglesia Católica (1517), apostasía contra Cristo (1717), y apostasía contra Dios (1917). Este desarrollo es del todo consecuente y, en su avance es, un cierto sentido, necesario. Aquel que rechaza a los enviados de Cristo, los sucesores de los Apóstoles (es decir la Iglesia Católica), rechaza en consecuencia también a Cristo. El que rechaza a Cristo, rechaza consecuentemente también a Dios Padre. La historia del último medio milenio ha confirmado así, y de manera aterradora, estas palabras de Cristo. 

En 1517, con la publicación de las tesis de Lutero se marca, al menos exteriormente, el comienzo decisivo del protestantismo. De los dos “envíos” mencionados Lutero reconoce solamente uno: la mediación de Cristo hacia Dios, pero no la mediación de la Iglesia hacia Cristo. De aquí las sentencias programáticas de Lutero: “Solo las Escrituras” y no el Magisterio de la Iglesia; “Solo la gracia” y no la mediación a través del sacerdocio y de los sacramentos. “Solo Dios” y ninguna mediación a través de los Santos del Cielo. 

En 1717, con la fundación de la masonería en Inglaterra, se marca la siguiente etapa de la apostasía. El rechazo de la Iglesia y de su Magisterio por Lutero trajo como consecuencia ulterior el rechazo absoluto de la revelación de Dios dentro de este mundo. Como la encarnación de Jesucristo constituye el punto culminante de la revelación de Dios, será especialmente rechazada. La filosofía masónica no es atea: postula un ser superior, gran arquitecto del mundo. Por lo tanto, los masones no son ateos, sino que abogan por el deísmo (Dios ya no actúa más en el mundo después de la creación) y por el agnosticismo (es imposible conocer la verdad), y en el campo de la ética postulan, consecuentemente, el liberalismo (libertad en todos los ámbitos en lugar de autoridad o ley). Aquí se ve la realización del primer paso antes mencionado: “Quien a vosotros rechaza, a Mí me rechaza”. Así como Lutero rechazó la mediación de la Iglesia, así también rechazan los masones a Cristo y con Él, toda mediación o puente hacia Dios. Es por eso que sostienen el deísmo, que rechaza a priori no solamente la Divina Providencia y la posibilidad de milagros, sino también toda autoridad divina. 

En 1917, con el estallido del comunismo, se marca la tercera etapa en esta revolución social contra Dios. Ya que desde 1717 se ha negado categóricamente la actuación de Dios en el mundo y cualquier intervención suya después de la creación, llegamos como consecuencia al último paso: al perfecto ateísmo y antiteísmo. El comunismo es, efectivamente, en esencia, un ateísmo social combativo. No es, en ningún caso, un sistema meramente económico al que se agrega sólo externamente el ateísmo. El comunismo entronca con la Revolución Francesa, especialmente a través de Rousseau. También entre la masonería y el protestantismo existe una clara relación fácil de deducir viendo quiénes han sido sus artífices: los dos principales fundadores de la masonería son Jean Théophile Désaguliers y James Anderson, uno pastor protestante y el otro teólogo protestante. 

“Quien me odia a Mí, odia también a mi Padre” (Jn. 15,23). El segundo nexo consecuente trazado claramente por Cristo, se hace realidad aquí. Esta última consecuencia que llega hasta el odio de Dios, se muestra claramente en el comunismo y de modo muy combativo. Se había anunciado en la masonería más avanzada. “Quienquiera niega al Hijo, tampoco tiene al Padre” (1Jn. 2,23.

Todos estos errores de la Era Moderna no permanecieron sólo en el plano teórico, sino que transformaron la vida de la humanidad y de la sociedad en todos sus aspectos. Condujeron necesariamente a una persecución de cristianos sin precedentes. De acuerdo a recientes declaraciones rusas, 200.000 sacerdotes y religiosos (católicos y ortodoxos) perecieron víctimas del terror stalinista: fusilados, ahorcados, crucificados o expuestos a morir congelados. 

Martillo y hoz no se limitaron solamente a derramar la sangre de mártires sino que también aplicaron a sus pueblos subyugados, sin el menor escrúpulo, medidas de terror de una violencia y crueldad monstruosas. Según las prudentes estimaciones de los autores del “Libro Negro del Comunismo” la erección de la utópica visión de la sociedad sin clases sociales costó alrededor de 100 millones de víctimas humanas: 20 millones de muertos en la Unión Soviética; 65 millones en China; 1 millón en Vietnam; 2 millones en Corea del norte; 2 millones en Camboya; 1 millón en Europa del Este, 150.000 muertos en América Latina; 1,7 millones en África y 1,5 millones en Afganistán, lo cual suma casi 100 millones de víctimas humanas.2 Estas masacres se llevaron a cabo de tres maneras diferentes: mediante ejecuciones de todo tipo como fusilamiento, horca, ahogamiento, apaleo, envenenamiento, cámaras de gas; por hambrunas intencionalmente provocadas o no evitadas deliberadamente y por deportaciones, ya sea por prolongadas marchas a pie, ya por hambre, enfermedad o frío dentro de vagones de transporte de ganados, ya por agotamiento en trabajos forzados. El intento ateo de establecer un cielo sin Dios aquí en la tierra conduce siempre al infierno. 

La Santa Iglesia, previendo las consecuencias de las explosivas ideas marxistas, ha condenado el sistema comunista ya 71 años antes del estallido de la Revolución de Octubre de 1917. Así, en el año 1846, el Beato Papa Pío IX alza la vos a través de su encíclica Qui Pluribus, condenando “la nefanda doctrina del comunismo contraria al derecho natural que, una vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad y la misma sociedad humana”.Pío IX reafirma después esta reprobación en el Syllabus.4 

León XIII, su sucesor, en la encíclica Quod Apostólici Muneris, desenmascara el comunismo como “mortal pestilencia que se infiltra por los miembros íntimos de la sociedad humana y la conduce a un extremo peligroso”.5 

También Pío XI dedica una encíclica entera a condenar y advertir solamente contra:

“el comunismo bolchevique y ateo que tiende a derrumbar el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana (…) contraponiendo a estos falsos principios la luminosa doctrina de la Iglesia e inculcando de nuevo con insistencia los medios con los que la civilización cristiana, única “civitas” verdaderamente “humana”, puede librarse de este satánico azote y desarrollarse mejor para el verdadero bienestar de la sociedad humana”.6

El error del comunismo lo lleva, en su exigencia absoluta y exclusiva, a pretender no sólo una reforma social, sino, y eso desde el primer momento, a promover una revolución mundial para lograr el poder mundial total. 

“Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas sostienen que los hombres pueden acelerar el conflicto que ha de conducir el mundo hacia la síntesis final. De ahí sus esfuerzos por hacer más agudos los antagonismos que surgen entre las diversas clases de la sociedad; la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, toma el aspecto de una cruzada por el progreso e la humanidad. En cambio, todas las fuerzas, sean las que fueren, que resistan a esas violencias sistemáticas, deben ser aniquilados como enemigos del género humano.”7
Es interesante constatar la coincidencia casi exacta entre los cinco meses de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima (desde el 13 de mayo de 1917 al 13 de octubre de 1917) y el tiempo de los preparativos revolucionarios de Lenin en Rusia. Los niños videntes, en aquella época, no podían saberlo. Al respecto, el Padre Josef Schweigl SJ escribe: 

“El 16 de abril volvió Lenin de su exilio y comenzó de inmediato su lucha contra el gobierno liberal. Ya después de tres meses había ganado tal influencia que podía arriesgar un primer intento de revolución. El 17 de julio, algunos días después de aquel 13 de julio en el que María había entregado su mensaje a los tres pastorcitos, tuvo lugar en San Petersburgo una manifestación de casi medio millón de trabajadores, los que bajo la conducción de Lenin, transformaron la manifestación en un alzamiento armado con el objetivo de hacer caer al gobierno provisorio y proclamar el gobierno de los Soviets. Los bolcheviques fueron los dueños de la ciudad por tres días. La situación era tan crítica que el gobierno se vio en la obligación de retirar parte de las tropas del frente, con cuya ayuda pudo sofocar la revuelta. (…) Justamente el 13 de octubre, el día de la última aparición de Nuestra Señora en Fátima, Kerenski publicó en su diario Delo Naroda un artículo con el encabezamiento: “Perseverar, Resistir”, en el que exhortaba al pueblo a perseverar en la guerra hasta la victoria final. Al leer este artículo, Lenin se puso tan furioso que decidió ese mismo día consumar la revolución8. Todo lo que siguió fue nada más que la consecuencia práctica de esta decisión. Primeramente, la revolución del 7 de noviembre(el 25 de octubre sgún el Calendario Juliano, de donde el nombre de Revolución de Octubre), y luego el armisticio de Brest-Litowsk con Alemania el 5 de diciembre: y, al año siguiente, la paz especial, que fue concluida en la misma ciudad”.

Notas:
1 Jesucristo afirma lo mismo en varios pasajes más de las Escrituras Santas pero con otras palabras. Véase al respecto: 1 Jn. 2,23; Jn. 14,6; Jn. 5,23; Jn. 8,19; Jn.8,42; Jn. 15,23; Jn. 14,7; y 1 Jn. 2,22.
2 Cfr.: Courtois, Stéphane, et alii, Schwarzbuch des Kommunismus, Müchen/Zürich 2000, p. 16. Este libro es una traducción de la obra francesa Le Livre Noir du Communisme que ha sido traducida ya en 16 lenguas. La edición alemana apareció en la muy conocida editorial Piper. 
3 Pío IX, Encíclica Qui Pluribus del 1º de noviembre de 1846.
4 Cfr.: Pío IX, Syllabus (Colección de los errores modernos), editado el 8 de diciembre de 1864, nº IV.
5 León XIII, Encíclica Quod Apostólici Muneris, del 28 de diciembre de 1878. 
6Pío XI, Encíclica Divini Redemptoris, del 1º de marzo de 1937.
7 Ibidem: pp.528 s. 
8 Cfr.: Lenin, Vladimir Iljitsch, Gesammelte Werke, t. 26, Moskau 1949, pp. 111 ss. 
9 Schweigl, Josef, SJ, Fátima und die Bekehrung Russlands, Leutesdorf 1956, p. 23.

Padre Gérard Mura, "FÁTIMA ROMA MOSCÚ"

14 may 2013

¿El Papado en su hora más dramática?



Se veía venir la crisis del Papado

Tiara de Benedicto XVI

El 28 de Mayo de 2011, hace casi dos años, página catolica publicaba un post que llevaba por epígrafe:

"Si no se pone en caja a los Cardenales Rebeldes,
la autoridad papal quedará seriamente dañada"
Luego de la renuncia del Papa, que creemos podía haberse evitado perfectamente, resulta interesante releerlo. Se lo dejamos abajo a nuestros sufridos lectores :

¿El Papado en su hora más dramática?

La revolución protestante, no se acaba en la rebelión religiosa encabezada por Lutero sino que incluye otros factores necesarios para su triunfo.
Los príncipes alemanes, grandes electores del poder imperial, vieron en la protesta del monje de Wittemberg la posibilidad de emanciparse del Emperador del Sacro Imperio Románico Germánico; por eso lo apoyaron, comenzando una serie de graves guerras que durarían 100 años, dejarían diezmada a Europa y dividirían definitivamente la Cristiandad, asestándole un golpe mortal.
Una vez reducido o eliminado el poder imperial, la última garantía de sus súbditos contra el abuso de los señores dejó de existir.

Análogamente, así como se comenzó la destrucción de la Cristiandad, aquel cuerpo en el que tenía vigencia el Reinado Social de Jesucristo, atacando al Emperador en su carácter de vicario de Cristo en el Orden Temporal, así tambien, los enemigos que maquinan la destrucción del Cristianismo, vienen ejecutando planes de larga data para eliminar el Papado o, en su defecto, reducirlo a la impotencia. Por lo que se ve, algún éxito han tenido.

Basta recordar que, a modo de ejemplo, hasta el Beato Pío IX, el Papa era el Soberano Temporal de Roma y de los Estados Vaticanos, de los que fue despojado con el apoyo de la Masonería. Basta recordar también, que al ser transmitida una disposición de San Pío X o del Siervo de Dios Pío XII, era difícil oír públicamente alguna discrepancia, aunque luego sotto voce algunos se le opusieran. Hoy dia, hasta los jesuitas, que tienen como cuarto voto la obediencia directa al Papa, lo contradicen públicamente.

A raíz del accionar del adversario, uno de los puntos de mayor polémica durante el Concilio Vaticano II, fue el tema de la Colegialidad Episcopal. A punto tal que se hizo necesaria una intervención directa del Papa para que las cosas no salieran de quicio.
Pero ya la cizaña estaba sembrada, y si bien los Obispos forman un Colegio como sucesores de los Apóstoles, cuya cabeza es el Santo Padre sin el que nada pueden hacer, muchos actúan como si el Vicario de Cristo fuera uno más de ellos.
Claro que por guiar la Iglesia que presidió San Pedro, se le debe cierta consideración ... honorífica, pero nada más que eso. Por eso a los progresistas se les cae la baba por llamarlo: Obispo de Roma. "Obispo", es decir, uno más de nosotros.

Cabe pensar si a la descomposición litúrgica que siguió al Concilio, aún en acelerado curso, no corresponde también la desintegración de la autoridad, que va provocando está lenta disgregación del Cuerpo Eclesial.
Cómo no pensar que si la savia, es decir la Liturgia y la Doctrina que viven nutriéndose recíprocamente, se distorsiona, se seca, y aún muere, no se secará también la vida de la Iglesia que pierde el alimento de ellas derivado. ¿O es que se espera que obedezcan los que son capaces de reducir la Sagrada Liturgia a un circo de mal gusto... por desobediencia?

Y un día Pedro se quitó la Tiara. Seguramente lo habrá hecho por modestia, pero cabe pensar si tal actitud no habrá sido tomada como "la señal de los festejos". Porque desde aquellos tiempos, en que "el humo de satanás ha entrado en el Templo de Dios", hay un crescendo de desdén y de desobediencia hacia la autoridad Papal, que parece reducida a su mínima expresión.
Autoridad que, por ejemplo, se vio obligada a aceptar la rebelión Holandesa, que terminó imponiendo, en el universo mundo, la desgraciadísima y sacrílega costumbre de comulgar en la mano.

Los "Nuevos Príncipes Protestantes" están de fiesta desde algunas décadas atrás. Tienen al emperador jaqueado, mientras ellos meten mano en sus territorios donde hacen lo que se les viene en su real gana. Y eso suele ser frecuentemente el abuso litúrgico, y también el de autoridad. Total, mientras el Jefe está lejos y desarmado por nuestra infidelidad, nosotros tenemos la sartén por el mango; así que: ¡Los fieles a aguantar!

Probablemente así pensará, por ejemplo el Cardenal Bergoglio, que ha negado sistemáticamente todos los pedidos de aplicación del Motu Proprio en su Arquidiócesis (como se ha informado aquí), disciplinando a los sacerdotes que quisieron cumplirlo.

Probablemente también, así pensará el Cardenal Karl Lehmann, Obispo de Mainz, que ha tenido la desfachatez de decir, ver aquí, apenas promulgada la Instrucción Universæ Ecclesiæ:

"¿Administrar la Confirmación en el Rito Antiguo?: No lo voy a hacer. Creo que es una tontería de los fieles el pedirlo. Los que lo deseen que se vayan a otro lado".

¡Bravo, señor Cardenal! ¿Dónde quedan los derechos de los laicos y su condición de pueblo de Dios, que tanto predica el progresismo?

Se recordará que en vísperas de ser Mons. Lehmann elevado a la púrpura, el Vaticano tuvo que hacer una extensión a la lista original de cardenales que presentara con anticipación, para incluirlo. Dicen que el entonces Cardenal Ratzinger le pidió, de rodillas, a Juan Pablo II que no lo creara. No sabemos si es verdad, o el rumor se generó debido al extraño procedimiento de corregir una nómina de próximos cardenales ya publicada, pero si así hubiera sido no se equivocó.

Si esta rebelión contra disposiciones tan queridas por el Santo Padre, tan necesarias para el bien de la Iglesia, y tan publicitadas por los medios, aún los profanos, se extiende y profundiza, se debilitará aún más la autoridad Papal, con consecuencias gravísimas. Lo saben los enemigos de la Iglesia que realizan estas campañas.

La solución no podrá venir de abajo sino desde la Cima: de Dios que ha prometido a su Iglesia la victoria final contra las puertas infernales. Pero también de arriba porque es necesario que el Papado sea restaurado en todas sus prerrogativas para que aquella se verifique.
Aún en el caso de los tiempos finales, en los que está predicho que no abundará la fe sobre la tierra, el pequeño rebaño resultante ha de estar firmemente unido junto a Pedro, para que lo guíe hasta el "lugar" donde vendrá el Señor.

Roguemos, pues, que los rebeldes cesen en su insensato accionar, y sea respetada y acatada cabalmente la autoridad del Vicario de Jesucristo. De otro modo: ¡que se levante Pedro y los desbarate con su báculo!


El Cardenal Lehmann esta de fiesta