Cinco falacias sobre el
aborto
En
los debates sobre el aborto se esgrimen invariablemente una serie de argumentos
que los partidarios creen definitivos y devastadores. Aquí me centraré en los
que creo son los más efectistas.
Carlos López Díaz
1) La Falacia Neutralista
Tanto socialprogresistas como liberalprogresistas proclamarán en
algún momento que ellos no obligan a abortar a nadie, mientras que los provida
tratamos de "imponer" nuestra moral a los demás. Los partidarios del
aborto serían en realidad neutrales frente a la cuestión, al permitir que la
mujer decida en cada caso (el padre del niño por lo visto no pinta nada; bien
es verdad que a veces es difícil identificarlo). Se trata de la Falacia Neutralista, según la cual, quien esté
en contra de la esclavitud, por ejemplo, debería limitarse a no tener esclavos,
evitando "imponer su moral" a quienes quieran ser propietarios de
seres humanos.
Pocos
aceptarían que esa forma de defender la esclavitud equivalga a una posición de
neutralidad frente a ella. A la inmensa mayoría le parecería de un cinismo
repugnante. Y sin embargo cuando utilizan el mismo argumento los abortistas, la
respuesta suele ser mucho menos contundente. Y es que el mito de la neutralidad
ideológica ha calado hondo. Nos han vendido hace tiempo que un Estado
aconfesional es un Estado neutral en
cuestiones ideológicas, pero eso en realidad no existe.
No hay Estado neutral,
hay ideas que pasan por neutrales.
El
aborto es un "derecho" o no lo es. Un ser humano lo es desde la
fecundación o no lo es. No hay término medio
.
Leyes sobre el aborto puede haber infinitas, pero cosmovisiones de partida sólo
hay estas dos.
Y si
podemos modular a nuestro antojo la plena pertenencia de ciertos individuos a
la especie humana, todas las iniquidades serían posibles: El aborto, la
esclavitud, el canibalismo o el genocidio.
2) La Falacia de la Mayoría
Ahora
bien, si esto es así, si no hay neutralidad posible, algunos argüirán que sólo
es posible decidir la cuestión por vía democrática. Que sea la mayoría la que
decida, no "los obispos". Este argumento, al que denomino Falacia
de la Mayoría
, no
se suele emplear con demasiada coherencia, porque se mezcla con otras falacias,
como la anterior y
las que
veremos a continuación. Es decir, al mismo tiempo que se defiende el aborto
como una "conquista" democrática, se suele negar a los provida
cualquier derecho a intentar "imponer" sus ideas... aunque sea por
vía democrática, es decir, intentando obtener una mayoría parlamentaria.
El
error procede de confundir lo que significa la democracia. Esta consiste,
esencialmente, en un método para determinar quién manda sin tener que matarnos
en guerras civiles periódicas. No es un método para determinar quién tiene la
razón, sino para determinar quién gobernará y legislará durante un período
limitado de tiempo. Por tanto,
los
provida tenemos derecho, no sólo a defender democráticamente nuestras ideas,
sino a continuar defendiéndolas por mucho que los abortistas hayan ganado las
últimas elecciones o las últimas encuestas .
3) La Falacia Malthusiana
Otra es la Falacia
Malthusiana
, tan grosera que produce incluso cierto rubor exponerla. Se nos
dice que los provida somos "hipócritas", porque sabemos que aunque se
prohíba el aborto, los "ricos" tendrán mucha más facilidad para
eludir la ley. Supongo que esta ley y todas, lo
que nos llevaría a la incómoda conclusión de que no se puede prohibir nada.
Pero más allá del tosco
populismo que
evidencia el argumento, debemos fijarnos en su malthusianismo larvado.
Que los pobres puedan
ser abortados: esa sería su gran "conquista social".
Bien
es verdad que, en cierto profundo sentido, antes de nacer, sean quienes sean
sus padres, todo ser humano es igual de pobre y desamparado, pues se halla a
merced de que los adultos puedan tener, y aplicar, sus ideas
"progresistas", a fin de poder "expropiarle" incluso lo
único que posee: la vida.
4) La Falacia del Bienestar
Relacionada con la
anterior, tenemos la Falacia del Bienestar
, que trata
de provocar la empatía de la opinión pública representándonos el drama de la
madre que se ve "obligada" a abortar como consecuencia de su triste
situación social o personal, o de graves problemas de salud, tanto de ella como
del feto. Es decir, en una sociedad que considera obligado garantizar unas
mínimas condiciones de vida digna para todos los seres humanos, sean o no
ciudadanos de pleno derecho, al parecer hay que excluir de estos derechos a los
seres más indefensos que existen, que son los humanos nonatos.
Estamos
orgullosos de nuestros avances médicos y sociales, y al mismo tiempo mantenemos
una especie de incongruentes pobrismo y atrasismo, por los cuales consideramos
irremediable que la sociedad no se pueda hacer cargo de todos los niños no
queridos, ni apoyar a todas las mujeres en dificultades, para que puedan ser
madres a pesar de todos sus problemas. Y quienes reclamamos esto somos encima
insensibles e integristas religiosos.
5) La Falacia Pacifista
Por
último, tenemos la Falacia Pacifista, pocas veces replicada como merece. Se nos
echa en cara a los provida que nos preocupamos mucho por el aborto, pero no por
las guerras o la pena de muerte, que supuestamente producen muchas más
víctimas. De hecho, los progresistas no consideran que los abortados sean
víctimas, por lo que el argumento tiene algo de apriorístico.
Pero
además, se puede coherentemente (aunque no necesariamente) estar a favor del
aborto y al mismo tiempo a favor de la pena de muerte y de una guerra justa.
Porque se trata de cosas distintas. No es lo mismo la muerte deliberada de un
inocente, como es un feto humano por definición, que la muerte de un culpable,
condenado a la pena capital por un crimen cometido en plena posesión de sus
facultades mentales, y sabiendo a lo que se exponía. Y tampoco es lo mismo la
muerte deliberada de un inocente que la muerte indeseada de civiles inocentes
en las guerras.
Por supuesto que aquí podemos entrar en discusiones casuísticas
sobre si la guerra de Iraq o la guerra del Peloponeso fueron justas o injustas,
pero estas cuestiones sólo pueden decidirse empíricamente, mediante el estudio
de los hechos históricos.
Y lo
mismo cabe decir sobre las leyes penales. En qué casos, si los hay, puede
aplicarse la pena de muerte, qué circunstancias (edad, enfermedad o grado de
discapacidad mental) deben valorarse en su aplicación, son temas para nada
irrelevantes, pero que no afectan a la cuestión esencial: si la pena de muerte,
como principio general, es lícita. Habrá algunos provida que pensarán que sí y
otros que no.
En
cualquier caso, no se puede comparar a un ser humano nonato con un convicto
confeso de asesinato. Ambos son seres humanos, pero el segundo es responsable
de sus actos, mientras que el primero no sólo no lo es, sino que, allí donde el
aborto es más o menos libre, carece de abogado defensor. Por carecer, carece
hasta del derecho de voto. Sin duda, por eso hay tan pocos políticos que lo
defiendan.
El origen de las falacias
El
origen de estas falacias no se encuentra, sin embargo, en un puro oportunismo
electoral, ni siquiera en una falta de claridad o capacidad intelectual. Es
importantísimo no engañarnos en eso, para conocer a la clase de adversario
ideológico con el que nos enfrentamos. El aborto es para el progresismo
laicista la piedra de toque que permite aglutinar a la sociedad en torno a una
concepción inmanentista de la existencia, la cual otorga a los gobernantes una
legitimación absoluta para elaborar el derecho positivo sin ningún género de
cortapisas morales, ideológicas e institucionales. Por eso, politicuchos como
Elena Valenciano (en España) y otros de su calaña no pueden soportar que
"los obispos" puedan ejercer su derecho a opinarcomo cualquier
otro ciudadano.
Sólo secundariamente
se trata de atizar en su beneficio lademagogia
anticlerical, tan tristemente
arraigada en el país que conoció en los años treinta la mayor persecución
anticristiana de Europa. Lo que
realmente está en juego aquí es consolidar
la dictadura de la corrección política que domina en la
mayor parte de países occidentales.
Un régimen basado en la religión progresista del hedonismo
estatalizado,
donde los individuos pronto serán inútiles para procrear, y deberán dejar esta
función en manos de un Estado huxleyano. No es causal que esta dictadura cuente
con el apoyo de una mayoría de la población¿Ha
habido alguna dictadura en la historia que no se base en la servidumbre
voluntaria?
Pero hay un despotismo que es el peor de todos, el definitivo:
aquel que nos conduce a la extinción demográfica para, dentro de menos tiempo
del que pensamos, ofrecernos la solución final: hacerse cargo el Estado de la
vida humana desde su generación hasta su terminación,
comprando la voluntad
de los individuos con la promesa de una felicidad irresponsable.
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