EL
LIBERALISMO ES PECADO
Por Padre Félix Sardá y Salvany
¡Intransigente! ¡Intransigencia! Oigo exclamar aquí a una porción
de mis lectores más o menos resabiados, tras la lectura del capítulo anterior.
¡Qué modo de resolver la cuestión tan poco cristiano! ¿Son o no
prójimos, como cualquier otro, los liberales? ¿A dónde vamos a parar con estas
ideas? ¿Cómo tan descaradamente se recomienda contra ellos el desprecio de la
caridad?
“¡Ya apareció aquello!”, exclamaremos nosotros a nuestra vez. Ya
se nos echó en nosotros lo de la “falta
de caridad”.
Vamos, pues, a contestar también a este reparo, que es para
algunos el verdadero caballo de batalla de la cuestión. Si no lo es, sirve a lo
menos a nuestros enemigos de verdadero parapeto.
Es, como muy a propósito ha dicho un autor, hacer bonitamente
servir a la caridad de barricada contra la verdad.
Sepamos, ante todo, qué significa la palabra caridad. La teología
católica nos da de ella la definición por boca de un órgano, el más autorizado
para la propaganda popular, que es el sabio y filosófico Catecismo.
Dice así: Caridad es una virtud
sobrenatural que nos inclina a amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo
como a nosotros mismos por amor de Dios.
De esta definición, después de la parte que a Dios se refiere,
resulta que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, y esto no de
cualquier manera, sino en orden y con sujeción a la ley de Dios y por amor de Dios.
Ahora bien: ¿Qué es amar? Amare
est velle bonum, dice la filosofía: “Amar es querer bien a quien se ama”.
¿Y a quién dice la caridad que se ha de amar o querer bien? Al
prójimo, esto es, no a tal o cual hombre solamente, sino a todos los hombres.
¿Y cuál es este bien que se le ha de querer para que resulte
verdadero amor? Primeramente el bien supremo de todos, que es el bien
sobrenatural; luego después, los demás bienes de orden natural, no
incompatibles con aquél.
Todo lo cual viene a resumirse en aquella frase “por amor de Dios”, y
otras mil de análogo sentido. Síguese, pues, de ahí, que se puede amar y querer
bien al prójimo (y mucho) disgustándole, y contrariándole, y perjudicándole
materialmente, y aun privándole de la vida en alguna ocasión.
Todo estriba en examinar si, en aquello que se le disgusta o
contraría o mortifica, se obra o no en bien suyo, o de otro que tenga más
derecho que él a este bien, o simplemente en mayor servicio de Dios.
1º) O en bien suyo. Si claramente aparece que disgustando y
ofendiendo al prójimo se obra en bien suyo, claro está que se le ama aún en
aquello en que por su bien se le disgusta y contraría.
Así al enfermo se le ama abrasándole con el cauterio o cortándole
la gangrena con el bisturí; al malo se le ama corrigiéndole con la reprensión o
el castigo, etc. Todo lo cual es excelente caridad.
2º) O en bien de otro prójimo que tenga derecho mejor. Sucede
frecuentemente que hay que disgustar a uno, no en bien propio suyo, sino para
librar de un mal a otro a quien el primero se lo procure causar. En este caso
es ley de caridad defender al agredido de la violencia injusta del agresor, y
se puede hacer mal a éste cuanto sea preciso o conveniente para la defensa de
aquél.
Así sucede cuando en defensa del pasajero, a quien acomete el
ladrón, se mata a éste. Y entonces matar o dañar, o de otra cualquier manera
ofender al injusto agresor, es acto de verdadera caridad.
3º) O en el debido servicio de Dios. El bien de todos los bienes
es la divina gloria, como el prójimo de todos los prójimos es para el hombre su
Dios. De consiguiente, el amor que se debe a los hombres, como prójimos, debe
entenderse siempre subordinado al que debemos todos a nuestro común Señor.
Por su amor y servicio, pues, se debe (si es necesario) disgustar
a los hombres; se debe (si es necesario) herirlos y matarlos.
Adviértase la fuerza de los paréntesis (si es necesario), lo cual
dice claramente el caso único en que exige tales sacrificios el servicio de
Dios.
Así en guerra justa, como se hieren y se matan hombres por el
servicio de la patria, se pueden herir y matar hombres por el servicio de Dios;
y como con arreglo a la ley se pueden ajusticiar hombres por infracción del
Código humano, puédense en sociedad católicamente organizada ajusticiar hombres
por infracción del Código divino, en lo que obliga éste en el fuero externo. Lo
cual justifica plenamente a la maldecida Inquisición.
Todo lo cual (cuando tales actos sean necesarios y justos) son
actos de virtud, Y pueden ser imperados por la caridad.
No lo entiende así el Liberalismo moderno, pero entiende mal en no
entenderlo así. Por esto tiene y da a los suyos una falsa noción de la caridad,
y aturrulla y apostrofa a todas horas a los católicos firmes, con la decantada
acusación de intolerancia e intransigencia.
Nuestra fórmula es muy clara y concreta. Es la siguiente: La suma intransigencia católica es la suma católica caridad.
Lo es en orden al prójimo por su propio bien, cuando por su propio
bien le confunde y sonroja y ofende y castiga.
Lo es en orden al bien ajeno, cuando por librar a los prójimos del
contagio de un error desenmascara a sus autores y fautores, les llama con sus
verdaderos nombres de malos y malvados, los hace aborrecibles y despreciables
como deben ser, los denuncia a la execración común, y si es posible, al celo de
la fuerza social encargada de reprimirlos y castigarlos.
Lo es, finalmente, en orden a Dios cuando por su gloria y por su
servicio se hace necesario prescindir de todas las consideraciones, saltar
todas las vallas, lastimar todos los respetos, herir todos los intereses,
exponer la propia vida y la de los que sea preciso para tan alto fin.
Y todo esto es pura
intransigencia en el verdadero amor, y por
esto es suma caridad, y los tipos de esta intransigencia son los héroes más sublimes
de la caridad, como la entiende la verdadera Religión.
Y porque hay pocos intransigentes, hay en el día pocos
caritativos de veras.
La caridad liberal que hay está de moda es, en la forma, el
halago, y la condescendencia, y el cariño; pero es, en el fondo, el desprecio
esencial de los verdaderos bienes del hombre y de los supremos intereses de la
verdad y de Dios.
Extraido de Radio Cristiandad
1 comentario:
Hace poco leí ese libro y me gustó. Lo bajé de aquí: http://hispanismo.org/tertulia/13552-liberalismo.html
Saludos.
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