La pregunta no deja de ser oportuna, pues
estos ataques no sólo se hacen cada vez más repetidos sino también cada vez más
violentos
¿Por qué hay tanta persecución contra los católicos en el mundo entero? ¿Por qué en países donde los católicos constituyen la mayoría absoluta de la población, como es el caso de Chile, hay, sin embargo, tantos ataques a la Iglesia Católica.
La pregunta no deja de ser oportuna, pues estos ataques no sólo se hacen cada vez más repetidos sino también cada vez más violentos. Los medios de comunicación ya casi no informan, o si lo hacen es con muy poco destaque, los diversos atentados a imágenes religiosas, profanaciones del Santísimo Sacramento, intentos de incendio, y otras cosas de ese género.
Las puertas del famoso templo de la Gratitud Nacional, que se encuentra en la esquina de la Alameda con Cumming ya han sido varias veces quemadas y los vitrales que adornaban sus ventanales han sido quebrados por todo tipo de manifestantes.
Hace pocas semanas, una imagen de la Santísima Virgen que se venera en la catedral de la ciudad de Villarrica fue pintada de arriba abajo con pintura roja. A estos hechos hay que sumarles los rayados en muros de Iglesias, donde se lee: “la única Iglesia verdadera es la que arde”.
Estos hechos pueden parecer pequeños y casi insignificantes en relación a los que están sufriendo los católicos en países como Siria o Irak, y en general en todos los países islámicos que sancionan con pena de muerte a los musulmanes que se convierten a la Fe católica.
Recientemente, diarios internacionales publicaron la siguiente noticia a respecto de lo que sucede en Irak y en Siria: “Sanaa [es el nombre de una joven] se preparaba para almorzar con la familia cuando ellos llegaron en camionetas pickup Toyota y Kia. Armados com ametralladoras, los milicianos del Estado Islámico gritaban: ‘Uds. Son infieles’. Separaron a las mujeres y los niños a un lado y a los hombres a otro.
“Más de 200 mujeres iraquíes continúan viviendo una pesadilla bien lejos de las cámaras noticiosas. Ellas son mantenidas como esclavas sexuales, ‘esposas’ o siervas de integrantes del Estado Islámico. En la región de Mosul, en Irak, y en la ciudad de Raqca en Siria. ‘Era como si fuese un mercado, ellos venían y escogían a las mujeres que querían comprar’ dice Sanaa. Las más jóvenes y bonitas eran dadas como regalo para los milicianos extranjeros. Las otras eran ‘usadas’ por los locales.
“Algunas mujeres que consiguieron escapar a esta situación y viven en campos de refugiados en el Norte de Irak, contaron todo lo que ellas sufrieron.
“Recuerda Sanaa que según estos musulmanes fundamentalistas, “Deberíamos recordarnos que esclavizar a las familias de los infieles y tomar sus mujeres como concubinas está firmemente establecido por la Sharia (ley islámica)”
Quizá algún lector nos diga que no existe un paralelo entre los hechos ocurridos en Chile con esto que ocurren en Medio Oriente. Sin embargo, si bien es cierto que los actos de violencia en Chile no han llegado a esos extremos, la razón no está en que aquellos que los realizan no tengan los mismo deseos destructivos de los fundamentalistas islámicos. El problema es que por ahora, las circunstancias para ellos no les son tan propicias. Bastará que estas mismas circunstancias cambien, y se hagan más permisiva las manifestaciones anti religiosas, para ver hasta qué extremos no serán capaces de llegar estos fundamentalistas del ateísmo nacional.
Para entender cuál es la lógica de este odio, le damos la palabra al Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, quien escribió en el diario “Folha de Sao Paulo” un artículo sobre el tema.
“Un simpático lector me pide que explique por qué la Iglesia – a pesar de ser quien pregona la verdad – ha sido tan combatida a lo largo de su historia. También quiere saber por qué son tan combatidos en nuestros días los católicos que no pactan con los errores del siglo, y se mantienen fieles a la enseñanza inmutable de Nuestro Señor Jesucristo.
“Me parece que el lector podría haber ampliado aún más el campo de su pregunta. Las persecuciones hechas contra la Iglesia y los verdaderos católicos de nuestros días, son prolongamiento histórico de las que sufrió Nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo explicar que el Hombre-Dios, que es el Camino, la Verdad y la Vida, haya sufrido persecución, hasta el punto de ser crucificado entre dos vulgares ladrones?
“A esa pregunta responde luminosamente uno de los mayores Doctores de todos los tiempos, el gran San Agustín, obispo de Hipona. Reproduzco aquí -adaptándola ligeramente, para mejor comprensión del lector contemporáneo- la enseñanza del Doctor de los siglos IV y V.
“Comentando la célebre palabra de Terencio: “la verdad engendra odio”, San Agustín pregunta cómo explicar hecho tan ilógico.
Enunciado así el problema, el santo Doctor pasa a la explicación. La naturaleza humana es tan propensa a la verdad que, cuando el hombre ama algo contrario a la verdad, quiere que este algo sea verdadero. Con esto, cae en el error, persuadiéndose de que es verdadero lo que en realidad es falso.
Así, es necesario que alguien le abra los ojos. Ahora bien, como el hombre no admite que se le muestre que se equivocó, por esta misma razón no tolera que se le demuestre cuál es el error en que está. Y el Doctor de Hipona observa: ¡De esta forma, ciertos hombres odian la verdad por amor hacia aquello que ellos tomaron por verdadero! De la verdad ellos aman la luz; no, sin embargo, la censura de sus equivocaciones.
Por su deslealtad, tales hombres sufren de la verdad el siguiente castigo: no quieren que la verdad los desvende; y, sin embargo, ella los delata y continúa velada a sus ojos. “Y así, es de esta manera, es precisamente de esta manera como es hecho el corazón humano. Ciego y perezoso, indigno y deshonesto, se oculta, pero no admite que nada se le oculte. Y por esto le sucede que él no consigue huir de los ojos de la verdad, pero la verdad huye de los ojos de él”. Con estas palabras concluye san Agustín su magistral comentario…”
He ahí, la razón por la cual quien dice la verdad sufre persecución. ¡Y así se explican la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los veinte siglos de historia de la Iglesia!”
Dejamos para otro programa un importante asunto: ¿Cuál debe ser la actitud de los católicos delante de estas persecuciones?
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