Siempre
antiguo, siempre nuevo (Nova et vetera)
Cardenal
Pie, obispo de Poitiers, un polemista lúcido y valiente
No faltan
personas que tienen la sensación de que los problemas que enfrenta nuestra
sociedad en el siglo XXI -con el enorme desarrollo de las tecnologías- son
totalmente nuevos y que el pasado nada nos puede enseñar.
Sin embargo,
si reflexionamos un poco percibimos que el hombre puede cambiar en sus aspectos
superficiales, pero que en su esencia sigue siendo el mismo a lo largo de los
siglos.
Es por eso
que recurrimos a unas reflexiones del famoso polemista francés el Cardenal Pie
(1815-1880) para esclarecer ciertos problemas de vuestra sociedad actual. El
Cardenal, tuvo una gran influencia sobre los Papas Pío IX, León XIII y San Pío
X.
Todos los
días constatamos que nuestra sociedad se aleja a pasos agigantados de la
influencia católica y que las leyes e instituciones se van tornando cada vez
más hostiles a los principios que enseña la Iglesia. Un ejemplo: el proyecto de
este gobierno de retirar de las ceremonias todas las referencias
religiosas. No tardaremos en ver que intenten prohibir los símbolos católicos
en los lugares públicos, como ha ocurrido en varios países europeos, especialmente
en Italia.
Veamos cuál
es la enorme influencia que esas leyes tienen sobre los individuos.
Según
Monseñor Pie, el gobierno que rechaza el derecho público cristiano coopera a la
condenación de una multitud de almas. La afirmación sorprende. Sin embargo,
ella no expresa sino la realidad.
“Decir que
Jesucristo es el Dios de los individuos y de las familias, pero que no lo es de
los pueblos y de las sociedades, equivale a decir que no es Dios. Decir que el
cristianismo es la ley del hombre individual y no es la ley del hombre
colectivo, equivale a decir que el cristianismo no es divino. Decir que la
Iglesia es juez de la moral privada y que ella no tiene nada que ver en la
moral pública y política, es decir que la Iglesia no es divina”.
¿Se puede
probar en términos más claros que el ateísmo social conduce al ateísmo
individual?
Pero,
alguien podrá decir, el Estado laico no destruye la fe. El deja al creyente en
libertad. Afirma solamente que él, gobierno, no reconoce oficialmente los
derechos de Jesucristo y su Iglesia, y que se mantiene en lo que llaman
“incompetencia” y “neutralidad”. [1]
La exclusión de la religión: “Ni Dios ni Señor”
“Digámoslo
francamente, la Revolución no es tan encarnizada contra el sacerdote sino
porque ella ha puesto la soberanía del hombre y del pueblo sobre la soberanía
divina. De este dogma fundamental deriva todo lo que ella llama, con el nombre
muy elástico, de principios modernos y es esa apoteosis de la humanidad que no
le permite aceptar una autoridad ‒aunque sea sagrada y circunscrita a la esfera
moral de la doctrina y de la conciencia‒ que tenga la pretensión de hablar al
hombre desde arriba”. [2]
Papel de la educación estatal a-tea
Expulsión de
los Cartujos de Francia. Bajo el pretexto de un Estado laico, Francia comenzó
una verdadera persecución religiosa a comienzos del s. XX
“Desde que
poseemos la libertad de conciencia -cita Monseñor Pie a una autoridad de su
época- esta preciosa conquista de nuestra Revolución, dicen ellos, después de
la abolición de una religión dominante, los principios de la sociedad no
permiten que una religión pueda hoy dirigir la educación nacional”. [3]
Sin embargo
‒ comentamos nosotros‒ de modo creciente los Estados están invadiendo los
derechos de los padres sobre sus hijos, al imponer la enseñanza de doctrinas
como las de “género”. Así, el Estado va imponiendo una nueva “religión” a todos
los pueblos.
En un
próximo artículo veremos las desastrosas consecuencias que la exclusión de Dios
de la sociedad produce en ella como un todo: tanto en las instituciones, como
en las familias y en los individuos.
[1] “Es
necesario desconocer totalmente las condiciones reales de la humanidad y querer
cegarse voluntariamente sobre la situación moral y doctrinal de nuestro país
para no ver hasta qué punto el vicio o solamente la carencia de las
instituciones influye sobre todas las clases de la sociedad y pesa aún sobre
los espíritus en apariencia más firmes y más independientes”. VII,102
[2] Instruction
pastorale sur un devoir urgent de la génération actuelle envers le sacerdoce.
(Cuaresma 1877).
[3] “La
enseñanza filosófica, sobre todo si es dada en nombre del Estado y por
profesores y escritores pagados por el Estado, debe conformarse a las leyes y a
las doctrinas del Estado. Ahora, el principio fundamental de la sociedad
moderna, la gran conquista de la Revolución, es la libertad de culto, la
libertad de creencias. La enseñanza filosófica debe por lo tanto respetar la
libertad individual de las inteligencias y para ello debe hacer abstracción de
todas las religiones positivas y proclamar solamente los principios generales de
la ley y de la moral naturales que son comunes a todas las religiones. Así lo
exigen el respeto de las conciencias y el espíritu de nuestras instituciones”.
Tomo III, 199
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