Jamás se fundó
Estado ninguno sin que la religión le sirviese de fundamento
El Arzobispo
de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela, afirmó que ante una sociedad de
espaldas a Dios, los jóvenes “sienten más vertiginosamente esa soledad
existencial que les rompe y desanima por dentro y los pierde por fuera”.
Juan Donoso
Cortés
El Papa
Benedicto XVI, no dudó en hablar del triunfo del relativismo ético; los obispos españoles, de la
secularización interna de la Iglesia’, precisó.
El Arzobispo
explicó que “las jóvenes generaciones son las que sufren en sus vidas más
fuertemente el impacto de esa corriente de pensamiento, de cultura y de vida,
radicalmente laicista, que vuelve a caracterizar a amplios e influyentes
sectores de nuestra sociedad, que no tienen reparos en afrontar su futuro
personal y el futuro de la historia común como si Dios no existiese y no
hubiese intervenido para nada en la historia humana”. La consecuencia de esta
“cerrazón inmanentista es la soledad del hombre: sin Dios se queda solo”,
precisó el Cardenal. “ Madrid, 05 Dic. 06 (ACI)
Estas
afirmaciones nos llevan a citar un trecho brillante de la obra del famoso
polemista Juan Donoso Cortés (1809”1853), quien ya se preocupaba de este
fenómeno y sus efectos en su “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el
socialismo”.
”Al compás
mismo con que se disminuye la fe, se disminuyen las verdades en el mundo; y
por esa causa la sociedad que vuelve la espalda a Dios ve ennegrecerse de
súbito, con aterradora oscuridad, todos sus horizontes. Por esta razón, la
religión ha sido considerada por todos los hombres y en todos los tiempos como
el fundamento indestructible de las sociedades humanas (…)
”Según
Jenofonte (sobre Sócrates), las ciudades y naciones más piadosas han sido
siempre las más duraderas y más sabias”. Plutarco afirma que es cosa más fácil
fundar una ciudad en el aire que constituir una sociedad sin la creencia de los
dioses”. Rousseau, en el Contrato social (1.4 c.8), observa que jamás se fundó
Estado ninguno sin que la religión le sirviese de fundamento”. Voltaire dice
(Tratado de la tolerancia c.20) que allí donde hay una sociedad, la religión es
de todo punto necesaria”. Todas las legislaciones de los pueblos antiguos
descansan en el temor de los dioses. Polibio declara que ese santo temor es
todavía más necesario que en los otros en los pueblos libres.
Las ciudades
y naciones más piadosas han sido siempre las más duraderas y más sabias
”Entre los
pueblos de la antigüedad, el romano fue el más grande, cabalmente porque fue el
más religioso. Como César hubiera pronunciado un día en pleno Senado ciertas
palabras contra la existencia de los dioses, luego al punto Catón y Cicerón se
levantaron de sus sillas para acusar al mozo irreverente de haber pronunciado
una palabra funesta a la República.
”Cuéntase de
Fabricio, capitán romano, que, como oyese al filósofo Cineas mofarse de la
divinidad en presencia de Pirro, pronunció estas palabras memorables: «Plegue a
los dioses que nuestros enemigos sigan esta doctrina cuando estén en guerra con
la República».
”La
disminución de la fe, que produce la disminución de la verdad, no lleva consigo
forzosamente la disminución, sino el extravío de la inteligencia humana.
Misericordioso y justo a un tiempo mismo, Dios niega a las inteligencias
culpables la verdad, pero no les niega la vida; las condena al error, mas no a
la muerte.
”Por eso,
todos hemos visto pasar delante de nuestros ojos esos siglos de prodigiosa
incredulidad y de altísima cultura, que han dejado en pos de sí un surco, menos
luminoso que inflamado, en la prolongación de los tiempos, y que han resplandecido
con una luz fosfórica en la Historia.
”Poned, sin
embargo, en ellos vuestros ojos; miradlos una vez y otra vez, y veréis que sus
resplandores son incendios y que no iluminan sino porque relampaguean.
Cualquiera diría que su iluminación procede de la explosión súbita de materias
de suyo oscuras, pero inflamables, más bien que de las purísimas regiones donde
se engendra aquella luz apacible, dilatada suavemente en las bóvedas del cielo,
con soberano pincel, por un pintor soberano”.
fuente
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