El verdadero escándalo no es una crisis moral, sino una crisis de fe.
La Catedral de
Chartres, un monumento de la fe en la Edad Media. Cuando había Fe
El verdadero escándalo de la Iglesia no son los
sacerdotes abusadores, sino los sacerdotes que han dejado de creer en Dios; que
se avergüenzan de la Iglesia, de su historia, de su enseñanza tradicional.
La pérdida
de la fe
El verdadero escándalo de la Iglesia no son los sacerdotes abusadores
(que siguen siendo el cero coma…), sino los sacerdotes que han dejado de creer
en Dios (mucho más numerosos).
El verdadero escándalo no es el silencio sobre el abuso sexual, del que
hemos estado hablando desde hace algún tiempo, y ¡cuánto lo hemos hablado!,
sino el silencio acerca de Jesucristo, a quien abandonamos por un pensador de
turno, así, para no ir muy lejos, para no ser considerados rancios, anticuados,
fuera de moda.
En resumen, el verdadero escándalo no es
una crisis moral, sino una crisis de fe.
De hecho, los comportamientos siempre están de acuerdo con lo que se
cree; cuanto más débil es la fe, tanto más débil es la moral.
Se dicen y escriben muchas cosas en estos días. Una, por ejemplo, es que
las desviaciones sexuales de los sacerdotes siempre han existido, de modo que
no hay nada nuevo.
La pérdida
de la noción del pecado
Por supuesto que siempre las ha habido: pero antes los sacerdotes
extraviados sabían que estaban equivocados, temían el juicio del “Empleador” y
se iban a confesar.
Equívoco: disimular los
intereses de la Iglesia para complacer al mundo
Eran tan frecuentes las escapadas (más que nada con mujeres, por lo
demás) que se decía «peccato di pantalone pronta assoluzione». (pecado de
pantalones pronta absolución). Pero entre el pecado y la absolución había, de
hecho, una confesión.
Hoy ya no está claro qué es un pecado, tanto es así que entre las cosas
tontas que hemos leído en estos días también está lo siguiente: si un sacerdote
sodomiza a un seminarista de 17 años, es algo gravísimo; si en cambio
tiene 18 años no hay nada malo.
No nos estamos mofando, son sacerdotes jesuitas a la cabeza de la
“Iglesia del cambio” que escriben libros para llegar, sin dificultades, a
explicar que la vieja moral sexual del Magisterio es de hecho vieja, y está
lista para ser desguazada.
La familia está compuesta por un padre y una madre, pero queremos
juguetear. Y la castidad y el celibato, también queremos ridiculizarlos.
Entonces, si hay una obsesión por seguir la moral vigente, según la cual todo
está permitido, ¿por qué un sacerdote no debería tener relaciones sexuales con
un seminarista?
Los sacerdotes pecan como siempre han pecado, pero han dejado de darse
cuenta de lo que está bien y lo que está mal: esto es lo nuevo.
Un cambio de
mentalidad
El verdadero escándalo no son los sacerdotes pedófilos, sino una Iglesia
que está avergonzada de su historia, de su enseñanza tradicional, en última
instancia de sí misma.
Cuando no se avergonzaba, se distinguía entre “los hombres de Iglesia” y
“la Iglesia”: los primeros son pecadores, pero la segunda es impecable al
anunciar la verdad.
En resumen, si un sacerdote, por ejemplo, dejaba embarazada a una
parroquiana, se decía que había dejado encinta a una feligresa, no se decía que
estaba viviendo su vocación de una manera más adulta y moderna.
Llamar las
cosas por su nombre
Los cristianos se equivocaban como todos los demás, pero tenían el
coraje de llamar a las cosas por su propio nombre y de permanecer en el mundo
con un juicio que era diferente al del mundo.
Hoy, por el contrario, hay una Iglesia que sigue al mundo en busca de
aplausos, una tentación diabólica. Y, como castigo por haberse dejado
engatusar ingenuamente por lo políticamente correcto, ahora son juzgados y
condenados.
Michele Brambilla – Traducido de Il Giornale
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