Un mensaje del Siglo IV aplicable hoy ante las desviaciones del Concilio Vaticano II
Escribió en el siglo IV pero parece que dicha carta la escribio en 1965, al concluir el
Concilio Vaticano II a los que se opusieron al aggiornamento de la
Iglesia Católica Apostólica Romana.
Vosotros sois los dichosos que por la Fe permanecéis dentro de la
Iglesia, descansáis en los fundamentos de la Fe, y gozáis de la
totalidad de la Fe, que permanece inconfusa. Por tradición
apotólica ha llegado hasta vosotros, y muy frecuentemente un odio
nefasto ha querido desplazarla, pero no ha podido; al contrario,
esos mismos contenidos de la Fe que ellos han querido desplazar, los
han destruido a ellos. Es esto en efecto lo que significa afirmar:
"TU ERES EL HIJO DE DIOS VIVO". Por tanto, nadie prevalecerá jamás
contra vuestra Fe, mis queridos hermanos.
Muy queridos, por haberlo oído de quienes han llegado hasta aquí, sé
todo esto y muchas otras cosas peores; pero, repito, cuanto mayor es
el empeño de éstos por dominar la Iglesia, tanto más están fuera de
ella. Creen estar dentro de la verdad, aunque en realidad están
excluidos de ella, prisioneros de otra cosa, mientras la Iglesia,
desolada, sufre la devastación de estos supuestos benefactores".
San Atanasio (Patrología Griega, tomo 26, col. 118/90)
¡San Atanasio ora pro nobis!
Nació en Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y
teología. Se retiró por algún tiempo a la vida solitaria, haciendo
amistad con los ermitaños del desierto. Regresando a la ciudad, se
dedicó totalmente al servicio de Dios.
En su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de
que Cristo no era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró
el primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor.
Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a
Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor
sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió
excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.
Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y
Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no
dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e
incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que
recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este
se mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su
deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de
que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.
Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los
cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el
júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha
contra los arrianos y por segunda vez, en 342, sufrió el destierro
que lo condujo a Roma.
Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la
satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina
católica. Pero sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo.
Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el
desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los
anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede
episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después
de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por
quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en
su sede.
Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.
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