Excelente
alocución de Monseñor Aguer sobre esta aberración jurídica y humana.
Monseñor Héctor Aguer
“Como ustedes saben, hace muy poco el Congreso
de la Nación ha votado una ley llamada de identidad de género por la
cual un varón que, siendo varón, se siente mujer, puede vestirse de mujer,
obtener un documento que lo acredite como tal, someterse a una operación de
reasignación de sexo que, además, esté cubierta por las obras sociales. Lo
mismo pasa con una mujer que se siente varón y quiere convertirse en varón”.
“Es
interesante que al comienzo de esta ley los legisladores propongan una
definición de lo que entienden por identidad de género. Dice: “Se entiende por
identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada
persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al
momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede
involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de
medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole siempre que ello sea
libremente escogido. También incluye otras expresiones de género como la
vestimenta, el modo de hablar y los modales”.
“En realidad
el sexo desaparece en esta definición, queda absorbido por lo que se llama
género y no sólo por el género como algo objetivo, cultural, sino por el género
entendido como aquello que la persona siente, la vivencia íntima, el deseo”.
“Parece que
para los legisladores el hecho de que uno sea varón o mujer es la suerte que le
tocó en una especie de lotería de la vida y, que es, para algunos, una mala
suerte”.
“Estuve
siguiendo las reacciones que produjo la sanción de esta ley y, especialmente,
algunos comentarios de personas que se manifestaron con entusiasmo a favor de
esta ley, aprobando el cambio de sexo por género. Desde el punto de vista
filosófico se puede observar que en realidad aquí lo que se transforma es la
idea del hombre, del ser humano, sin más”.
“Desde un
punto de vista filosófico, digo, esto implica que según la ideología de género
no existe más una naturaleza humana. Sostienen los comentaristas que la
naturaleza ha sido culturizada, se ha convertido en cultura, y las
adquisiciones culturales son ahora lo natural, de modo que hay una especie de
intercambio entre naturaleza y cultura por el cual la naturaleza queda vaciada
en la cultura y la cultura, en este caso lo que uno siente íntimamente, es
natural”.
“De acuerdo
a este planteo ya no tenemos parámetros razonables, objetivos, para referirnos
a la verdadera identidad de la persona humana. Como si no hubiera ya una
naturaleza de la persona y de sus actos. Todo puede inventarse”.
“Otro
aspecto importante también es el que tiene que ver con el deseo. Aquí el género
está considerado en un sentido puramente inmanente, subjetivista, íntimo. En el
fondo lo que pasa es que la libertad queda convertida en deseo, en puro deseo.
Ya no es algo propio de la voluntad racional. No es algo que tiene que ver con
las inclinaciones naturales a la verdad y al bien, con la naturaleza propia del
ser humano que es varón o mujer, sino que es lo que yo deseo. Tengo derecho a
sacarme el gusto, digamos así, a cumplir mi deseo, porque soy libre; eso es la
libertad”
“También
observo que en la problemática del género así planteada entra el problema de la
felicidad que es, en el fondo, el fin del hombre. Algunos comentaristas
sugieren que la felicidad es el placer. Un viejo error, que reduce la felicidad
al placer”.
“En
continuidad con lo que hemos señalado anteriormente, si no hay naturaleza sino
cultura, y lo cultural es ahora lo natural; si la libertad es darse el gusto,
sacarse el deseo, cumplirlo, entonces quiere decir que la felicidad es
simplemente el placer, y no la realización plenaria, de la vida de la persona
en todas sus dimensiones, sino el placer y fundamentalmente el placer sexual.
Los comentaristas a los que he aludido sugieren que ahora se abre un universo
de erotismo totalmente nuevo, nuevas invenciones para darse el gusto, sin
parámetro objetivo alguno”.
“Podemos
preguntarnos entonces: ¿a eso queda reducido el ser humano?”.
“¡Qué razón
tiene el Papa Benedicto XVI cuando insiste en que la problemática principal en
la cultura contemporánea es la problemática antropológica, es decir la idea del
hombre, la definición del hombre!”.
“En el
principio Dios creó al ser humano varón y mujer, dice el Libro del Génesis; la
idea del hombre, la realidad plena, total del ser humano tiene esta doble
imagen diversa y complementaria: varón y mujer. La distinción y la
complementariedad del varón y la mujer están orientadas a la continuidad de la
humanidad sobre la tierra. En este hecho se expresa un designio divino que el
legislador no puede modificar arbitrariamente”.
“En la ley
de identidad de género el positivismo jurídico es llevado hasta el extremo.
¿Basta que el legislador quiera que las cosas sean de un modo para que sean
así? No, aunque a él se le ocurra, ¡las cosas no son así!”
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