La perversa ideología de género encuentra en la
destrucción de la familia un paso necesario para lograr su meta revolucionaria
Su arma
principal será la lingüística (la gramática normativa) que penetre en el
lenguaje coloquial, alterando el sentido de las palabras y sus connotaciones
emocionales, hasta crear en quien habla una nueva actitud espiritual. Si se
cambian los valores, se modifica el pensamiento y nace así una cultura
distinta.
Cómo no
representarse inmediatamente los términos “interrupción del embarazo”, “salud
sexual y reproductiva”, “anticoncepción de emergencia”, “preembrión”; así como
los cambios aparentemente inocuos de la palabra “amante” o “concubina/o” por la
palabra “compañero” o “pareja” y muchos más [...] Se proponen desconstruir el
lenguaje, las relaciones familiares, la reproducción, la sexualidad, la
educación, la religión, la cultura, entre otras cosas.
La perversa ideología de género encuentra en la
destrucción de la familia un paso necesario para lograr su meta revolucionaria:
la utópica sociedad comunista.
Muchos
identificaron la caída del marxismo con la caída del Muro de Berlín; pero China
sigue bajo un régimen marxista y en Cuba no se ha visto aún “La Hora Final de
Castro. Con la caída del Muro de Berlín, lo único que cayó fue la Unión
Soviética; pero el marxismo, como materialismo histórico ateo que es, sigue
gozando de muy buena salud. Porque si bien el marxismo como régimen de gobierno
totalitario y como modelo económico se hizo pedazos en la vieja URSS, nadie
puede negar que vestido de hedonismo, renace en una cultura, sino dominante,
al menos influyente en muchos ambientes.
Es imponente
el paralelismo encontrado entre la descripción del marxismo de Gramsci
realizada por el Dr. Rafael Gambra en su libro Historia Sencilla de la
Filosofía (Editorial RIALP, pág. 213, 21ª edición) y un documento publicado por
la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) titulado “Perspectiva de género: sus
peligros y alcances”.
“Las últimas
décadas han conocido (…) una evolución importante en la ideología (y la praxis)
del marxismo. Se trata de la obra que el marxista Antonio Gramsci (1891-1937)
escribió durante sus últimos años en las cárceles de la Italia fascista. En
ella se da una moderación de las tesis rigurosas del materialismo histórico con
fines más bien tácticos. Para Gramsci las ideas y creencias no son simple
emanación pasajera de la economía, sino que poseen una realidad que constituye
la cultura en que cada hombre y cada pueblo vive inmerso.
La idea
propulsora del pensamiento gramsciano es que la Revolución nunca se
realizará verdaderamente mientras no se produzca, de un modo en cierto modo
orgánico y dialéctico, dentro de lo que Gramsci llama una cultura. Esta es
la que habrá que desmontar y sustituir al propio tiempo que se
utiliza.”Quienes luchan por la vida y la familia, conocen los peligros de la
perspectiva de género, y saben a que se refiere Gramsci cuando habla de
“desmontar y sustituir una cultura al mismo tiempo que se utiliza”: en efecto,
los promotores del género, proponen “desconstruir la famila ‒y por extensión la
sociedad”, para luego rearmar la sociedad con parámetros marxistas. De acuerdo
el folleto de la C.E.P., “para las ‘feministas de género’, éste ‘implica
clase’, y la clase presupone desigualdad. Luchar más bien por desconstruir el
género ‒los roles socialmente construidos‒ llevará mucho más rápidamente a la
meta”. Esta meta consiste en “llegar a una sociedad sin clases de sexo”.
Meta que coincide, obviamente, con los fines de la revolución marxista.
Lo increíble
del caso, es que todo esto lo hacen con la complicidad de algunos sectores
más bien “conservadores” o considerados “de derecha” por algunos. El
concepto desconstrucción es considerado por los activistas de género, como “la
tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir aceptados
universalmente como naturales), con el fin de persuadir a la gente para que
crea que sus percepciones de la realidad son construcciones sociales.”
En el
análisis que Gambra realiza sobre la obra de Gramsci y su marxismo cultural,
señala que una revolución violenta siempre será efímera. Esto se debe a que el
hombre vive dentro de una cultura, que “es un entramado de convicciones,
sentimientos, emociones e ideas”[1].
“No hay un
sólo defensor o defensora del género que no pase por pacifista, por víctima o
por defensor/a de todas las víctimas de ataques y discriminaciones que impone
la injusta sociedad en la que viven. La agenda de lucha, pasa por no violenta,
pero en los hechos violenta las conciencias, lo cual es mucho peor. Queda claro
asimismo, que para Gramsci, todo es creación histórica (“construcción cultural”
en código de “género”) y no naturaleza.
En este
sentido, cabe recordar que las feministas de género, consideran que el hombre y
la mujer adultos son construcciones sociales; que en realidad el ser humano
nace sexualmente neutral y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta
socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Por ello, las
feministas proponen depurar la educación y los medios de comunicación de todo
estereotipo y de toda imagen específica de género, para que los niños puedan
crecer sin que se les exponga a trabajos “sexo-específicos”. Por eso hablan
también de “roles socialmente construidos” cuando se refieren a las ocupaciones
que una sociedad asigna a uno u otro sexo.
Sigue el Dr.
Gambra: “De aquí el interés de Gramsci por el cristianismo, al que considera
germen vital de una cultura histórica, que penetra la mente y la vida de los
hombres, sus reacciones profundas. Será preciso, para que la revolución sea
orgánica y “cultural”, adaptarse a lo existente y, por la vía de la crítica y
la autoconciencia, desmontar los valores últimos y crear así una cultura nueva.
El ariete para esa transformación será el Partido, voluntad colectiva y
disciplinada que tiende a hacerse universal. Su misión será la infiltración
en la cultura vigente para transformarla en otra nueva materialista, al margen
de la idea de Dios y de todo valor trascendente.
De acuerdo
con Gambra, “su arma principal será la lingüística (la gramática
normativa) que penetre en el lenguaje coloquial, alterando el sentido de las
palabras y sus connotaciones emocionales, hasta crear en quien habla una nueva
actitud espiritual. Si se cambian los valores, se modifica el pensamiento y
nace así una cultura distinta.” Cómo no representarse inmediatamente al llegar
a este punto, los términos “interrupción del embarazo”, “salud sexual y
reproductiva”, “anticoncepción de emergencia”, “preembrión”; así como los
cambios aparentemente inocuos de la palabra “amante” o “concubina/o” por la
palabra “compañero” o “pareja” y muchos más. El denominador común es que todos
esos términos llevan al error y a la confusión a grandes masas de personas que,
como neófitos en estos temas, dejan de llamar a las cosas por su nombre sin la
más mínima capacidad crítica y se tragan “lo que dice la tele”. Comenta el
documento de la Conferencia Episcopal Peruana que para desconstruir la
sociedad, las feministas de género “proponen desconstruir el lenguaje, las
relaciones familiares, la reproducción, la sexualidad, la educación, la
religión, la cultura, entre otras cosas.
Estos
cambios en el lenguaje son posibles, si se dan cambios en la educación: “La
educación es una estrategia importante para cambiar los prejuicios sobre los
roles del hombre y la mujer en la sociedad. La perspectiva del ‘género’
debe integrarse en los programas. Deben eliminarse los estereotipos en los
textos escolares y concienciar en este sentido a los maestros, para asegurar
así que niñas y niños hagan una selección profesional informada, y no en base a
tradiciones prejuiciadas sobre el ‘género’”.
Después, que
nadie se asombre si María Pía se “casa” con Ana Inés, o Ramón con Lorenzo, pues
éste es el objetivo: “El final de la familia biológica eliminará también la
necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y
las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como
opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal, en vez de esto,
hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas:
la misma ‘institución de las relaciones sexuales’, en que hombre y mujer
desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir
finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural”.
Prosigue el
Dr. Gambra: “El medio en que esta metamorfosis puede realizarse es el
pluralismo ideológico de la democracia, que deja indefenso el medio
cultural atacado, porque en ella sólo existen “opiniones” y todas son
igualmente válidas. La labor se realizará actuando sobre los “centros de
irradiación cultural” (universidades, foros públicos, medios de difusión, etc.)
en los que, aparentando respetar su estructura y aún sus fines, se inoculará un
criticismo que les lleve a su propia destrucción.
Si se logra
infiltrar la democracia y el pluralismo en la propia Iglesia (que tiene en esa cultura el mismo
papel rector que el Partido en la marxista), el éxito será fácil. La
democracia moderna será como una anestesia que imposibilitará toda reacción en
el paciente, aun cuando esté informado del sistema por el que está siendo
penetrada su mente.”Vaya si son conocidos los nefastos resultados de la implantación
del pluralismo y la tolerancia como valores absolutos en nuestras sociedades:
nada se puede criticar si es políticamente correcto; todo se debe criticar si
es políticamente incorrecto. Nuestras endebles democracias se ven
amenazadas día tras día por los personeros de la mentira y de la muerte, por el
terrorismo ideológico y por sus principales aliadas, las mafias de la
desinformación. El odio a la Iglesia, es capaz de unir en este “pluralismo”, a
un individuo como Ted Turner, paradigma del capitalista liberal, con el
marxismo cultural, a cuyo servicio pone diariamente la CNN. Este odio se
verifica también diversas organizaciones pseudocatólicas, como las “Católicas
por el Derecho a Decidir” de triste memoria.
Y termina
Gambra: “De aquí la revolución cultural, meta principal del actual marxismo,
y movimientos como cristianos para el socialismo y otro semejantes que jalonan
esto que se ha llamado la autodemolición de la Iglesia.”Es deber de todos
los cristianos contribuir a evitar esa “autodemolizione” de la Iglesia ‒cuya
estabilidad gracias a Dios, no depende de la voluntad humana‒, tan buscada por
el marxismo cultural que ahora se viste con ropaje de “género”: otra
alteración del lenguaje, esta vez para no asustar.
Fuente:
Alvaro Fernández, Catholic.net (El artículo original ha sido resumido)
[1]“Si la revolución brota de un hecho violento o de una ocupación militar,
siempre será superficial y precaria, y se mantendrá asimismo en un estado
violento. El hombre no es una unidad que se yuxtapone a otras para convivir,
sino un conjunto de interrelaciones activas y conscientes. Todo hombre vive
inmerso en una cultura que es organización mental, disciplina del yo interior y
conquista de una superior conciencia a través de una autocrítica, que será
motor del cambio. La vida humana es un entramado de convicciones, sentimientos,
emociones e ideas; es decir, creación histórica y no naturaleza”.