Los animales comienzan a reemplazar a los hijos que no se quiso tener
Una equiparación, o aún preferencia por
el animal en relación al hombre constituye un rebajamiento irracional e
inconcebible de la naturaleza humana, ya que Dios creó al hombre a su
imagen y semejanza.
Poseer animales domésticos y tratarlos bien es una costumbre
inmemorial, sobre todo tratándose de perros. Es claro que no se debe
someterlos a sufrimientos sin razón proporcionada. Nadie es contrario a
eso.Sin embargo, una moda inducida e irracional ha llevado a mucha gente a colocar a los animales en un nivel superior al de los humanos, lo que es desbordar el sentido común, pudiendo llegar a ser pecaminoso, pues contraría la jerarquía establecida por Dios en la Creación.
La Sagrada Escritura es muy clara al respecto. Dios dijo al primer matrimonio: “Llenad la tierra y sometedla. Dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los animales que se arrastran sobre la tierra”. (Gen. 1,28).
Además, el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por Juan Pablo II, determina:
“Dios confió los animales al gobierno de aquel que fue criado a Su imagen (el hombre). Es, por lo tanto, legítimo que nos sirvamos de los animales para la alimentación y para la confección del vestuario.
“Podemos domesticarlos para que sirvan al hombre en sus trabajos y descanso. Los experimentaciones médicas y científicas con animales son prácticas moralmente admisibles, si no traspasan los límites de lo razonable y contribuyan para curar o ahorrar vidas humanas” (2417).
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¿Locura? ¿Desvarío?
Mucho más.
Esto forma parte del proceso de rebajamiento de la naturaleza humana, actualmente en curso.
(…) La Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados aprobó recientemente un proyecto que establece castigos increíbles para los hombres en el trato con perros y gatos. Las penas son severas.
Así, quien mate un perro o un gato va a la prisión por el plazo de cinco a ocho años.
Y el régimen de reclusión es el más estricto, reservado para crímenes graves, en los que el criminal no tiene posibilidad de un ablandamiento en un futuro próximo.
¡Es inimaginable que alguien tenga que purgar ocho años tras las rejas porque mató a un gato! Pero hay más.
Si no consigue probar esto, su pena aumenta entre 6 y 10 años. El mismo aumento de pena se aplica si el can o el felino fuere muerto con veneno o algún medio cruel.
Pero no es sólo matarlos.
También si deja de prestar asistencia o socorro al perro o al gato que corren peligro grave en las vías públicas, así como en las propiedades privadas, corresponderá una pena de 2 a 4 años de detención.
Tampoco se podrá dejar al animal amarrado con una cuerda o cadena para que no huya de la casa ni ataque a nadie: prisión de 1 a 3 años.
Si el agente es propietario o responsable por el animal, todas esas penas serán duplicadas: ¡16 años de prisión porque mató a un gato!
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Esa equiparación, o aún preferencia del animal en relación al hombre
constituye un rebajamiento irracional de inconcebible de la naturaleza
humana, ya que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Rebajarlo de esa forma es profanar la imagen de Dios, es ofender al Creador. ¿A quién le gustaría que la imagen de su propio padre fuera rebajada a nivel de un perro?
¡Esta ofensa al Creador es una de las razones de las lágrimas de la Santísima Virgen!
Gregorio Vivanco Lopes