Desde un inicio, obedientes a nuestros "hermanos mayores"
Los últimos meses, para quienes aún vivimos en sociedad, han sido del todo particulares. Como en un cuento de Orwell, hemos debido aprender una nueva lengua y una nueva rutina: desde “distanciamiento social” a “cuarentena”, desde “pico de la curva” a “PCR negativo”…
Cada día que pasa ha quedado más patente que, el mundo moderno, afeminado a más no poder, resulta incapaz de recibir una peste como Dios manda…
Atrás quedaron la gripe española, la fiebre amarilla y la terrible peste negra.
– “¡Esas sí que eran pestes como pa’ machos!” –diría el mexicano.
Nos tocó un virus tan existente como insignificante.
Y ojo que nosotros también tenemos, en verdad, amigos y familiares fallecidos de Covid (es obligado decirlo, como cuando se habla de los homosexuales –“yo también tengo amigos homosexuales”– evidencia clara de que no se conoce a nadie con esa “disforia”).
¿Qué se ha hecho?¿qué se debía hacer?
Desde un inicio, obedientes a nuestros hermanos mayores, como Abel, seguimos el razonable consejo del ministro de defensa iraelí, Naftalí Bennet que vaticinaba a los suyos –en Mayo de 2020– un contagio selectivo, con excepción de los ancianos, claro; el resto, “lo quieran o no se van a contagiar de coronavirus” –decía.
Y no se equivocaba.
Pero no; salvo contadas excepciones, se ha usado esta aparente pandemia para hacer de la tierra un tubo de ensayo global, cosa que no debería asombrarnos; y no debería asombrarnos porque hace décadas que la elaboración de un gobierno mundial viene preparándose. Lo que sí debería llamarnos la atención es que la inmensa mayoría haya respondido a una sola voz, como un solo rebaño ante un solo pastor. Y, aún más, que un sector de la Iglesia se haya doblegado ante leyes claramente abusivas e injustas que buscan simplemente humillar a la Esposa de Cristo.
Eso sí que es asombroso o, más bien, penoso.
Ayer nomás, en plena calle, caminando de sotana, una mujer pobre como siempre, al vernos pasar, nos dijo con ansiedad:
– “Padre, por favor, al menos una bendición para mi bebé que todavía no me lo quieren bautizar” (confieso que ahora me arrepiento de no haberle propuesto, como al etíope eunuco de Felipe, el bautismo en plena calle).
Es que hacía meses que quería bautizar a su criatura y no conseguía cómo…
Porque tanto el mundo como algunos católicos se han doblegado ante los protocolos de los sabios del Covid.
* * *
¿Cómo quedará el mundo luego de este 2020? ¿cómo quedará la Iglesia? Del mundo no sabemos, pero, “cuanto peor, mejor”, dirán.
En cuanto a la Iglesia, creemos que la actual situación no sólo diezmará a las ovejas, sino que, las que permanezcan fieles, sólo seguirán y sostendrán a aquellos pastores que las han acompañado durante este tiempo turbulento.
¡Ánimo! Que lo peor está aún por venir; pero luego del Viernes Santo llega el domingo de Resurrección.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE