Por: Guillermo
Rojas
A esta altura lo
fundamental es tener pensamiento crítico y ver lo que pasa bajo el
filtro de nuestro sentido común. Me refiero a la pandemia mediática y a
la consiguiente psicosis colectiva desatada desde los centros de poder mundial,
Desde que se inició esta
historieta de la infección del coronavirus toneladas de basura informativa se
ha descargado sobre la humanidad toda, tendiente a esparcir el temor y a
compeler a la obediencia borreguil a una masa acostumbrada a no usar el cerebro
y a que todas sus decisiones – desde la compra de una pasta para los dientes a
la elección de un presidente- pase por la maquina picadora de ideas de los
medios de comunicación, donde se nos dice que cosa es conveniente y que cosa no
lo es, por lo general apelando a los más bajos recursos de la psicología de
masas cuando no a las mentiras más viles.
No otra cosa ocurre con
este tema de la pandemia. a todas luces una operación de guerra
bacteriológica sobre la que se montó una campaña gigantesca de acción
psicológica, ambas cosas de factura netamente mundialista por sus
características, por los valores a los que apela y por los personajes que la
propagandizan, por los medios que se emplean para hacerla masiva y por los
objetivos que persigue.
Es una operación de
guerra bacteriológica pues el virus que la produce es un organismo de laboratorio
soltado en China sabe Dios por quienes. Dicho virus esta patentado a nombre de
laboratorios de occidente y modificado con aviesas intenciones de que afecte a
seres humanos. Desde China se expandió a varios países tanto centrales como
periféricos, comparativamente con otras afecciones con baja mortalidad y baja
morbilidad. Sin embargo la Organización Mundial de la Salud, una agencia de la
ONU copada por intereses de los laboratorios multinacionales y grupos
científico-políticos favorables a un gobierno mundial, la declaró pandemia
y se desató la histeria transnacional.
En medio de la operación
con los medios transmitiendo en cadena cualquier pensamiento divergente en
sentido contrario de lo que sostiene el discurso hegemónico, es demonizado
descalificado y ridiculizado por más científico que el mismo sea. Muy poco o
casi nada se decía de las curiosas anticipaciones que sectores interesados en
la venta de vacunas, habían hecho de esta pandemia, especialmente Bill Gates
una de las figuras claves del abortismo mundial con enormes inversiones en la
industria farmacéutica.
La afección en
si es una suerte de neumonía y su mortalidad es muy alta en gente anciana
con problemas anteriores de salud (los que consumen y no producen), muy baja en
las capas más jóvenes de la población (los que están abocados a producir hoy) y
prácticamente nula en los niños (los que deben producir en el futuro). Un
curioso virus que tiende a limpiar la humanidad de sus “residuos”. Una suerte
de eugenesia de la cual nadie sería responsable para el caso de un futuro
juicio de Nuremberg.
Luego de las primeras y
alarmantes noticias desde los medios de comunicación propiedad en su mayoría de
multinacionales de la mentira y la manipulación y sostenedores de los valores e
ideas del mundialismo. apelando a los recursos propios de la Ventana Overton,
se dedicaron a sembrar el miedo y la histeria entre la población.
Los gobiernos como el
nuestro obediente cual perrito faldero a las ordenes mundialistas declaro esta
cuarentena cuyo único logro será destruir más lo que queda de la economía real,
mientras la lacra del sector financiero se llenará los bolsillos más que nunca,
disolver los lazos de cohesión social, sembrar la desconfianza entre
semejantes. La sospecha y la delación se convertirán en norma
Algo similar ocurrirá a
nivel global, con el reseteo de un sistema financiero destructivo que lanzará
una nueva ola de endeudamiento planetario para paliar la crisis del parate
económico, para no hablar de las medidas de control social que tendremos que
bancarnos en adelante.
¿Que nos queda para
adelante? En caso de terminar pronto este pandemónium, cosa que
desconfió, enfrentaremos la realidad de un masivo empobrecimiento de los
argentinos. Morirán más de hambre que de coronavirus. A su vez una mayor y
más abyecta dependencia del país a los centros mundiales de poder,
especialmente en el orden financiero.
Contra esto es muy poco
lo que podemos hacer que no sea lo ya dicho de tamizar todo lo que nos llega
por el filtro del pensamiento crítico y del sentido común esclareciendo a la
mayor cantidad de gente que podamos y confiar en Dios que escribe derecho con
los renglones torcidos.